

Por Guillermo Ander Dorronsoro 2A 8
Apuntes filosóficos
Crítica al cristianismo
En opinión de Nietzsche el origen de la religión es el miedo, es decir, los sentimientos de angustia e impotencia que el ser humano desarrolla a lo largo de su vida. La religión nunca ha pretendido decir la verdad; de hecho, ha reivindicado para sí la trascendencia y el mundo sobrenatural, es decir, Dios, el más allá, etc. Efectivamente, el cristianismo rechazó los valores dionisiacos de la antigüedad clásica, inventando un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real.
Lo cierto es que para Nietzsche el cristianismo sería un simple platonismo popular, una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos. Por otro lado. se asegura que la religión propone valores exclusivamente decadentes, propios de un rebaño, aptos sólo para esclavos: humildad, mansedumbre, obediencia, sacrificio. Valores todos ellos contrarios a los impulsos vitales más elementales. Así pues, valiéndose de conceptos como el de pecado, culpa o arrepentimiento, la religión ataca una y otra vez a la vida.
Lo que, en definitiva, criticó Nietzsche al cristianismo fue que éste despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela: pasiones, impulsos, instintos, valores estéticos, etc.
De todas formas. el Cristo de Nietzsche y el de la Iglesia Católica poco tienen que ver. Según Nietzsche, Jesús no fundó ninguna iglesia, sino un hombre humilde, bondadoso y sensible. En realidad, fue Pablo de Tarso el verdadero fundador de la Iglesia. Allí donde sólo encontrábamos la buena nueva de Cristo, Pablo impuso la férrea estructura de la Iglesia, milagros, sacerdotes, premios, castigos, jerarquía ... La religión inventó a su voluntad la vida más allá de la muerte, el juicio final o la resurrección, de tal forma al bienaventurado se le pudiera premiar su mansedumbre en una vida irreal. Pieza clave para convertir a sus miembros en un manso rebaño ha sido el pecado, que ha acabado emponzoñando toda idea de belleza, salud y valentía.
La muerte de Dios y el último hombre
Resulta evidente que al desaparecer Dios deberían desaparecer también todos los valores que se le han adscrito. Habría, sin embargo, una serie de nuevos valores que, si bien ajenos aparentemente a la religión, sostendrían de hecho a los antiguos; es el caso de la democracia y el socialismo. Sin embargo, en palabras de Nietzsche, la definitiva muerte de Dios traerá antes o después la muerte de los valores absolutos y de las leyes morales objetivas. Consecuencia de ello será que el ser humano recupere su fuerza creadora y que, abandonando todo intento por alcanzar el más allá, se concentre de una vez por todas en el mundo real.
Ahora bien, tras la muerte de Dios, existen riesgos evidentes. El primer riesgo es que, como consecuencia de la caída de todo idealismo y del olvido de toda trascendencia, el ser humano acabe completamente desamparado y a la deriva. Al desaparecer el cobijo del ser humano, éste puede, sin duda. verse perdido y desilusionado ante un ateísmo incapaz de ofrecerle ningún aliciente. Por consiguiente, tras la muerte de Dios, el mayor riesgo para el ser humano será, sin duda, que su vida moral se vea agitada y convulsa.
Ahora bien, sería fantástico que el superhombre se percatara de su nueva situación y se diera cuenta de que puede desarrollar plenamente su creatividad, trayendo al más acá aquellos sueños y anhelos que hasta ese momento proyectaba en el más allá. Así pues, el ser humano debe crear una instancia que, sin necesidad de recurrir ni a la nada ni a la idea de Dios, le sirva para trascenderse a sí mismo.
El übermensch
A la muerte de Dios le sigue, efectivamente, la llegada del ultrahombre o superhombre. Pero el superhombre no aparecerá sin más; se trata más bien de una esperanza para el futuro. Algo que ocurrirá cuando se abandone el comportamiento pasivo del que no cabe esperar más que el puro nihilismo.
La teoría de la evolución ejerció una gran influencia en Nietzsche, pues bien, así como la especie humana ha ido desarrollándose tras siglos de evolución, resulta perfectamente plausible pensar que en el futuro seguirá siendo así, el superhombre está aún por llegar.
Romper con el pasado significaba para Nietzsche que los hombres y mujeres pudieran alcanzar un nuevo estadio en el que cada cual pudiera labrar su propio futuro. Quería que se romperiesen las cadenas que atan al ser humano al pasado para llegar a ser, al fin, dueño y señor de su propio futuro. El ser humano no avanza hacia una postrera etapa de su historia, sino a algo mejor. a un estadio superior en que el individuo reafirmará la voluntad de superar todas las épocas que le han precedido. El superhombre expresa, pues, el desacuerdo del ser humano respecto de todo lo actual y, asimismo, el anhelo por alcanzar una vida mejor.
El proceso de transformación del ser humano
La naturaleza humana es esencialmente cambiante. En un principio, el ser humano se empobreció extraordinariamente, pero con la muerte de Dios se ha liberado de sus amarras. Nietzsche da a conocer los pasos de este proceso de transformación por medio de una serie de imágenes.
Según dice Nietzsche, el ser humano que se somete al idealismo se parece al camello. Este tipo de ser humano no desea facilidades para su vida, rechaza todo tipo de ligereza, lo cual representa su espíritu firme. Cumple con las obligaciones pesadas y rigurosas que le impone Dios. La resignación caracteriza su vida, haciendo de la necesidad virtud.
Cuando el camello. en su travesía, se convierte en león, el idealismo decae, indudable señal de que se han soltado amarras y de que el león se ha liberado de todo lo que hasta ese momento le oprimía y le provocaba angustia. Al darse cuenta de su estupidez y de su desdicha, el león ataca la moral objetiva, rebelándose contra la vida que se le ha impuesto. El león dice no al camello, se manifiesta tal cual es, como un acto de rebeldía contra su vida anterior, actua según su propia voluntad.
Sin embargo, el león no cuenta con las fuerzas suficientes para crear nuevos valores, y se ve obligado, en consecuencia, a convenirse en niño, pues sólo el niño posee la fuerza creadora necesaria para crear una nueva vida. En el decurso de la vida, en algún momento aún por determinar, aparecerá, pues, el superhombre, aquél que sabe que no cabe otra posibilidad más que la de superarse y avanzar.
Sin embargo, aún estamos inmersos en pleno proceso de la muerte de Dios, una de cuyas consecuencias es, como ya hemos señalado. el advenimiento del superhombre. Ahora bien, su otra consecuencia es el nihilismo extendido por toda Europa.El ser humano acaba, efectivamente, alejándose de Dios, debido a la devaluación de los valores relacionados con sus mandamientos. De esta manera, desaparecen también las bases que lo sostenían. Para Nietzsche, este proceso no es en absoluto repentino; por el contrario, la angustia que la moral de la trascendencia ha generado al ser humano desemboca en un lento proceso de transformación.
