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Dualismo antropológico

Partes del ser humano según Platón

El cuerpo

Es feo, mortal y constituye una cárcel para el alma

El alma es algo divino, eterno e inmortal que está formado por tres dimensiones, a cada dimensión le corresponden una serie de características

El alma
El alma racional

Situada en el cerebro

Representa al auriga

Dirige el pensamiento y la voluntad

Virtud: Prudencia> buscar el bien y la verdad

El alma irascible

Situada en el corazón

Representa al caballo blanco

Dirige sentimientos como el desprecio, la venganza, la valentía o la cobardía

Virtud: Fortaleza> equilibrar nuestros deseos, la prepotencia y sed de poder, así como combatir los ataques externos

El alma concupiscente

Situada en el tronco y el estómago

Representa al caballo negro

Dirige sentimientos bajos como el apetito, el dolor y el instinto de supervivencia

Virtud: Templanza> medir y someter los más bajos deseos

De las tres, la dimensión principal del alma es la racional, puesto que ha de someter a las demás. La parte racional es la única inmortal, ya que las otras dos dimensiones morirán junto con el cuerpo, pues son parte del mismo. Las almas irascible y con­cupiscente representan la parte sensible del ser humano mientras que el alma racional procede del mundo de las ideas, donde se encuentra hasta llegar a un cuerpo. Esta inmortalidad del alma es el argumento moral que permite que se premien las buenas conductas.

Metáfora en el Fedro, leer por si entra:

En el Fedro, Platón hace referencia al mito del carro alado para explicar la naturaleza del alma. El auriga, que representa la dimensión más perfecta del alma, se dedica a conocer las ideas, para lo cual debe dirigir a las otras dos partes del alma, El caballo blanco, que es valiente y voluntarioso, representa la dimensión irascible del alma, y es fácil de dirigir. El caballo negro, malo y feo, representa la dimensión concupiscente del alma, y, preso de deseos y pasiones irrefrenables, es difícilmente maneja­ble. En todo caso, el auriga debe hacerse con las riendas de los dos caballos, puesto que si no con­sigue equilibrar las virtudes de las tres dimensiones del alma, el ser humano nunca alcanzará la justicia, .

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